Sigue la fiesta en East Rutherford (NJ), los bares siguen abiertos, repletos de aficionados enfundados en camisetas heritage de los New Jersey Nets. Se ve incluso alguna de los New Jersey Americans, y hasta de Drazen Petrovic que ya a nadie emociona, pues se sigue sirviendo Coors, un litro tras otro.
Hay que ver como distintas generaciones de fans de los Nets se han unido en esta demostración de orgullo, reivindicando, una vez más, que, a veces, el hermano pequeño acapara los focos y los elogios que siempre le correspondieron al grande. Algunas veces, tener asiento en el Izod Center vale su precio en oro, y ésta es una de ellas.
Es una ficción, pero por fin existe un motivo de celebración en East Rutherford, aunque sea uno solo. No, los Nets no han ganado el anillo ni lo van a ganar en los próximos 10 años, probablemente. Solo han ganado un partido, en casa, ante un equipo de playoff, eso sí. Nets 90 – Spurs 84.
Cualquier posible reconstrucción de la franquicia, debe basarse en Brook López.
Pero esta victoria, aunque pírrica y sorprendente, es la décima de la temporada y tiene un peso muy importante. Peso literal. Significa dejar de oír y leer día sí día también que puede que estos Nets sean la peor franquicia de la historia de la NBA. En una sociedad donde los logros se recompensan más de lo deseado, los fracasos jamás se olvidan.
De hecho, puede que, estadísticas aparte, sean la peor franquicia de la Liga. Pero a nadie importa eso ya. Con esta décima victoria, los New Jersey Nets ya han superado la “barrera” de las nueve victorias conseguidas en temporada regular por los Philadelphia 76ers en 1973.
Devin Harris resume las intenciones de este post en sus declaraciones de después del partido: “Es un gran alivio. Necesitábamos sacarnos este peso de encima. Nadie quiere ser el peor equipo en la historia”. Llega un momento, en el que la obsesión puede paralizar los músculos, hacer bajar los porcentajes de tiro y llevar a la propia confianza hasta un punto de no retorno. Cuando todo esto sucede, poco importa el cómo y solo importa el qué.
Una vez conseguida la meta, a estos New Jersey Nets solo les quedan dos objetivos. El primero, relajarse y disfrutar, por primera vez en esta temporada, de los últimos ocho partidos antes de unas inmerecidas vacaciones. Y el segundo, cruzar los dedos y esperar que, al menos, esta lamentable temporada les sirva para obtener la elección #1 del próximo Draft. Elegir bien ya será otra cosa. De momento, hay que celebrarlo.
Y es que sigue la fiesta en East Rutherford (NJ), los bares siguen abiertos, repletos de aficionados enfundados en camisetas heritage de los New Jersey Nets.