Los vientos han cambiado de dirección en las últimas horas. Mientras, poco a poco, en Europa se va restableciendo la normalidad; parece que la nube de ceniza volcánica del volcán islandés Eyjafjallajokull se desplaza ahora hacia Norteamérica.
Dicen los expertos de la NASA que, en su travesía por el Atlántico, la gran nube se ha dividido en dos, y amenaza con afectar seriamente las zonas de Florida y California. Los primeros efectos se están empezando a notar seriamente en Miami y Los Angeles. La población y, sobretodo, sus franquicias NBA, están sobre alerta.
Miami Heat tenía esta pasada madrugada una opción inmejorable de restablecer la igualdad en la (presumiblemente igualada) serie contra los Celtics y volver al American Airlines Arena con opciones de ahogar a Boston en su propia cancha. La “cabecita” de Kevin Garnett se lo había puesto en bandeja de plata. Doc Rivers, el coach de Boston, hacía cábalas para que su equipo no se desmoronase en el segundo partido, mientras que el joven Erik Spoelstra, técnico de Miami, se frotaba las manos ante la posibilidad de empatar la serie.
Glen Davis, duro fajador, había sido el elegido para sustituir en el cinco inicial a Garnett, en detrimento de Sheed Wallace (todavía preguntándose porqué había anotado un triple palmeo en su propia canasta hace unos días). Las intenciones de la franquicia verde eran claras: sin Garnett, más dureza todavía. Pero exceptuando a Wade, la plantilla de los Heat está incomprensiblemente de baja. Ni O’Neal, ni Beasley, ni Richardson, ni Arroyo, ni Haslem… no están ni se sabe si se les espera. 77 puntos (29 de Wade) anotados en el partido más decisivo de la temporada (10 en un patético segundo cuarto) y sin una de las estrellas en el equipo rival, hablan de lo mal que pintan estos Heat, así como de lo bien que han sabido sobreponerse (a base de motivación y orgullo, marca registrada en Boston) los Celtics a las circunstancias. Y Glen Davis, que tenía el “marrón” encima desde el codazo de Garnett, 23 puntos y 8 rebotes. 2 – 0, y hacia el sol de Florida, que ahora, por culpa de la nube de ceniza volcánica, ya brilla menos.
Kendrick Perkins, Paul Pierce y Ray Allen. Motivación pre-partido
Y en Los Angeles, a casi 4.000 Km. de Miami, los devastadores efectos de la nube de ceniza volcánica están todavía por llegar. Lo sabe Mitch Kupchak, GM de los Lakers, lo sabe Phil Jackson y, aunque parte de la afición lo ignora, lo saben Kobe y Pau.
Ganan los Lakers 2 – 0 a los correosos Thunder, de milagro. Esta pasada madrugada, primero Kevin Durant y después Jeff Green han tenido la opción (que les han regalado Los Angeles) con sendos triples en los últimos 15 segundos del Game 2, de llevarse el partido y empatar la eliminatoria. Ahora Kobe y los suyos deben viajar a Oklahoma City, donde dos cosas son seguras: ni hay nube de ceniza volcánica, ni ganarán los dos partidos que allí se disputen. Veremos como está la ciudad cuando la eliminatoria vuelva a L.A., pero si por entonces, el marcador refleja un empate a 2 victorias, puede que la nube de ceniza volcánica permanezca por un largo periodo de tiempo sobre ella.
La apatía de estos Lakers desespera a todo aquel que sienta simpatía por la franquicia, entre los que me incluyo. Esta pasada madrugada Los Angeles ha sudado tinta china para vencer a Oklahoma City (95 – 93). La situación la han salvado (por el momento) los de siempre. Entre Kobe y Pau han anotado el 67% de los puntos del equipo (64 de 95). Ningún equipo profesional serio puede repetir triunfos pasados con solo dos hombres. El resto de mimbres de los Lakers se ausentan voluntariamente de los encuentros, sin que el Maestro Zen haya dado con la clave para recuperarlos. Un ejemplo: entre Artest, Bynum, Fisher y Odom (los “buenos”, para entendernos) han tirado 38 veces a canasta y han anotado solo en 9 de ellas. Lamentable.
Bryant, 39 puntos, y Gasol, 25, han rescatado a los Lakers esta madrugada
Puede que la acción del hombre consiga disipar la nube de ceniza volcánica antes de lo previsto. Si no, los aeropuertos seguirán cerrados y tanto Heat como Lakers deberán emprender el camino de vuelta a casa por carretera… para no volver jamás a estos playoffs.